Detente. Tomate unos segundos para contemplar la perfección de tu vida. Entre en contacto con el mundo natural. Deja atrás el ruido es hora de entrar en el silencio. Dedica por lo menos una hora del día a ser no hables, no leas, no hagas. Inmerso en tu silencio déjate seducir por la belleza de una flor, por el diseño de un copo de nieve, por la movilidad de los arboles producto del viento. Retira lentamente el calzado de tus pies y camina al ritmo de tu corazón- sincroniza cada paso con un palpitar-. Dedica unos minutos para sentir la calidez de la tierra, asegúrate de que tus pies den zancadas completas, desde el talón hasta la punta de los dedos.
Las instrucciones previas te ayudaran a liberar la mente. Si quieres vivir sin límites de espacio- tiempo, es necesario trascender. Ahora ordena a tu mente que se aparte del camino -ella no regirá más tus acciones, pensamientos o emociones- mostrándote así la puerta. Dirígela hacia un estado del ser que quieras experimentar (amor, seguridad, perdón, paz…). Es ahora tu alma, aquella parte del ser, la que regirá tu experiencia terrenal. Experimentaras la posibilidad de concebir lo inimaginable, de creer lo increíble, de hacer lo imposible. Te darás cuenta de que toda tu vida ha sido una ilusión, te has dormido a ti mismo con el deseo de experimentar la dicha plena. Nótese que van a exaltarles las ganas de compartir su pequeño secreto con el primero que se le atraviese; sin embargo, le recomiendo que sea prudente; yo lo he intentado y me han llamado loco.
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